El sociólogo alemán Max Weber en sus obras clásicas "Sociología de la religión" y "La ética protestante y el espíritu del capitalismo" caracteriza a ciertos credos como "religión de salvación" esto porque es un elemento que destaca entre los propósitos de existencia de las diferentes doctrinas. Y es que si no existiera entre buena parte de los seres humanos esta necesidad pues los credos no tendrían razón de ser.
El contexto histórico particular de Weber nos remite al apogeo capitalista industrial europeo y norteamericano, principalmente el despegue de EEUU. Las empresas capitalistas norteamericanas comienzan a ganar terreno y a desplazar a los británicos. En Latinoamérica se sienten los efectos de la división internacional del trabajo, los países de la región se insertan al mercado mundial exportando materias primas a los países industrializados.
Los conceptos de empresa aún no se aplican a la religión. Será hasta el siglo XX y XXI cuando el libre mercado con su promoción de la privatización en masa y exaltación del consumo, cuando la religión específicamente protestante comience a generar individuos destacados por su capacidad de atraer público, sea por su discurso, carisma o simplemente porque encuentran un mensaje nada despreciable: el afán de lucro.
La Iglesia católica estuvo en apogeo durante la edad media, controló amplias esferas de la sociedad, mantuvo dominio sobre las ideas, la educación, etc. Pero su estrecha alianza con los terratenientes de la época la ubicó precisamente como una institución feudal. Los protestantes en cambio surgen en el comienzo de la descomposición feudal y darán soporte al capitalismo naciente.
Entonces las iglesias protestantes inspirarán un "espíritu capitalista", sobre todo fundamentado en el trabajo, el ahorro, la propiedad privada y la profesión como una forma de superación personal. De esta manera el sustento ideológico será mucho más progresista que el católico, las naciones más prósperas eran protestantes, en la actualidad las cosas han cambiado, puesto que el protestantismo ha dejado de ser un impulsor progresista.
El libre mercado entendido como la desregulación económica, la privatización en masa y la priorización de las libertades e intereses individuales han calado también en la religión. Pero han sido las denominaciones protestantes quienes han aprovechado su independencia de instituciones más influyentes, en este caso un pastor protestante puede abrir su propia iglesia de la misma manera que un capitalista abre un negocio.
Estas instituciones han crecido al punto de que muchas se convierten en "Mega iglesias", las cuales buscan adeptos como quien trae consumidores. La oferta es variada, comúnmente se prometen milagros y prosperidad económica a cambio de ofrendas y fe. Los líderes son empresarios multimillonarios que justifican su fortuna en su doctrina teológica e instan a sus fieles a "seguir su ejemplo" contribuyendo económicamente a la institución.
Estos empresarios religiosos son hábiles manipulando el discurso religioso, puesto que lo hacen atractivo a los oídos de las personas. La fe puede convertirse entonces en un negocio más, donde lo más importante resulta ser la contribución económica, puesto que a cambio se obtendrán prebendas. La legislación legitima este tipo de negocio, que cuenta con privilegios puesto que no existe un control fiscalizador sobre los ingresos que reciben.
El protestantismo ha sido mal empleado a conveniencia de los dueños. No existen normas internas y es una de las causantes de la crisis actual. Las leyes tienden a ser débiles y permiten abusos por parte de estos magnates, lejos de inspirar el progreso o superación de los fieles instan a la dependencia y culto del líder religioso. La manipulación de las escrituras bíblicas es otro tema común.
Al ser relativamente sencillo manipular las escrituras bíblicas entonces las denominaciones protestantes pueden ajustar a su antojo las doctrinas. Además como los fieles están obligados a depender del discurso de su líder, entonces no existe posibilidad de expresar un desacuerdo. Este abuso es legitimado por el poder que el líder tiene incluso por encima de las legislaciones civiles.
La falta de fiscalización sobre los recursos de estas instituciones multimillonarias también hace factible su vinculación con las mafias y grupos corruptos. El tema de la fe seguirá siendo polémico al mezclarse con coyunturas políticas o económicas particulares.
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