jueves, 11 de mayo de 2017

Descartes y la ciencia moderna

La obra de Descartes “El Discurso del método” causó especial revuelo, precisamente dado el contexto en el cual fue escrito. Fue publicado en 1637, una época aún marcada por los resabios de la escolástica medieval. El principal elemento que aportó dicha obra fue el uso de la razón como una forma de obtener conocimientos.

Según Descartes la razón es: “la facultad de juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso”. Así la fe deja de ser prioritaria, aunque el filósofo mantiene una fuerte convicción católica, el uso de la razón ha abierto para esta época la posibilidad para nuevos descubrimientos. La Fleche fue la escuela jesuita donde este filósofo y matemática francés realizó sus estudios. La lectura de los clásicos como Aristóteles le permitió una alta formación intelectual. Sin embargo sería él mismo quien criticó dicha preparación por poco científica. Es por ello que dedicó gran parte de su obra a desarrollar un método para alcanzar el conocimiento por medio de la razón.

La formalización del razonamiento es un claro ejemplo de la influencia aristotélica. Los escolásticos le inculcaron la retórica, sin embargo manifiesta que se debe razonar y ordenar el pensamiento para persuadir por medio del discurso. Esto aunque la persona no tenga la suficiente formación en retórica. Este es un avance importante que contradice la formación de la Fleche.

Entonces el conocimiento se obtiene por medio de la razón. La filosofía desarrollada por un solo individuo es mejor, además cree que si los seres humanos fuesen guiados desde su nacimiento por su razón sería mejor, pues tendrían juicios más sólidos y no estuvieran gobernados por otros.Este aporte es de suma importancia si se contextualiza la formación académica actual. Los programas modernos para educación media eliminan la filosofía como materia de estudio. Se prioriza la formación práctica, la obtención de resultados, la reflexión sobre temas profundos y complejos queda aislada. Lo mismo se intenta con las demás humanidades como: la literatura, la historia, la economía, el arte, etc.

Tradicionalmente conocidas como materias que priorizan la memorización de datos antes que la reflexión crítica, las humanidades se han visto muy devaluadas en parte debido a los mismos encargados de impartirlas. Quienes mantienen esta formación como un conocimiento anquilosado e inútil. La filosofía ha sido la más perjudicada pues su subsistencia en el programa escolar pende de un hilo.

Entonces aunque se de valor al razonamiento formal, este se desliga de los problemas filosóficos, tales como: la existencia, el conocimiento, la moral, Dios, etc. Prosiguiendo con la obra de Descartes, existe una crítica hacia dos clases de espíritus que llega a clasificar de esta manera:

Primero están los que: “creyéndose más hábiles de lo que son no pueden contener la precipitación de sus juicios ni tener bastante paciencia para conducir ordenadamente  todos sus pensamientos. Si una vez hubiesen dudado de los principios que han recibido permanecerían extraviados toda su vida”. Este plano creo pertenece a casi todos los que hemos recibido una educación en un sistema estandarizado. El experto en educación Ken Robinson es un crítico de ese modelo fundado desde la revolución industrial. El cual ha permitido la educación de las masas, pero donde existe un orden de prioridades, donde las matemáticas y las ciencias deben ser superiores a las humanidades, y estás a su vez deben ser prioritarias a las artes. Robinson critica la poca valoración que se da a la creatividad, y la excesiva priorización de resultados.

En este sistema las notas deben reflejar la brillantez o ineptitud de un alumno. Muchas veces se da poco valor a quienes poseen talentos diferentes a los exclusivamente académicos. Por ejemplo, se valora a quien posee altas notas en matemáticas, pero puede pasar desapercibido quien posea un especial talento para la pintura, el dibujo o la poesía. En este modelo educativo el docente es el centro de la formación. Los alumnos no piensan por sí mismos, sino que deben plegarse a órdenes, formas de pensar establecidas, modelos religiosos o patrones culturales. No hay espacio para la duda, el cuestionamiento o la crítica. Se cree que los niños son más fáciles de moldear y por ello se cree que deben seguir órdenes sin preguntar o cuestionar por qué.

Los que mejor se apegan a ese sistema en general serán los alumnos brillantes, mientras quienes no se adapten en general serán considerados problemáticos o incapaces. La duda para Descartes permite el conocimiento pues él mismo se cuestionó la formación recibida en la Fleche, no importando que fuese una de las mejores escuelas jesuitas de Francia en aquella época.

El segundo tipo de espíritu son los que: “poseyendo bastante razón o modestia para distinguir lo verdadero de lo falso deben contentarse con seguir las opiniones de sus maestros antes que buscar por sí mismos otras mejores”. En este caso creo que muchos pudimos en algún momento estar influidos por los maestros de muchas maneras. Puesto que aquellos buenos formadores pueden llegar a despertar admiración o interés.

Sin embargo Descartes fomenta un cuestionamiento y una duda que son la fuente del verdadero conocimiento. Para ello, los seres humanos deberían utilizar su razón para buscar sus propias opiniones o ideas, en vez de absorber mecánicamente todo lo obtenido. El problema es que el sistema educativo que tenemos actualmente prioriza la repetición y el seguimiento de instrucciones.

Trata de formar seres humanos como si fuese un proceso de embasar algún producto. El mercado dicta los requerimientos y la escuela debe formarlos. En este contexto llegan a existir carreras profesionales mejores que otras, o ciencias mejores que otras. El uso de la razón y el pensar por sí mismo va mucho más allá de la simple opinión, tener ideas propias requiere de especial esfuerzo y una profundidad de análisis que requiere años.

Vivimos en un contexto donde la abundancia de información puede ser una fuente inagotable de conocimiento, pero al mismo tiempo puede eliminar la capacidad de pensar por sí mismo y llevar a la persona a una especie de automatización. En cuanto a la lógica manifiesta cuatro principios fundamentales que pueden ser considerados base para su teoría del conocimiento:
-      
       El primero consiste en “no admitir como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era, no comprender en los juicios nada más que lo que se presentase al espíritu en forma clara, que no haya motivo para ponerlo en duda”. Este principio obliga a demostrar la veracidad de las cosas para aceptarlas como nueva forma de conocimiento.

De esta manera sólo aquello que puede demostrarse será digno de ser llamado conocimiento. Algo que imprime rigurosidad lógica, pero solamente sobre los temas demostrables. En este caso serán prioritarias las ciencias, en especial la matemática, pues posee esa ventaja sobre las demás.

-          El segundo expresa que “hay que dividir cada una de las dificultades a examinar en tantas partes como fuese posible y cuantas requiriese su mejor solución”. Es otro principio bastante común en la epistemología, en el proceso de investigación dividir el problema, permite comprenderlo mejor y encontrar soluciones.

También es común la problematización, la cual consiste en hacer preguntas al problema como parte del proceso epistemológico. De esta forma es posible su delimitación y el diseño de una ruta efectiva para la obtención de nuevos datos a partir del proceso de análisis.

-      El tercero consiste en: “conducir ordenadamente los pensamientos comenzando por lo más simple y fácil de conocer para ir ascendiendo a lo más complejo”. Este principio es comúnmente aceptado en los sistemas educativos, en especial porque se varía la dosificación de conocimiento impartido. El problema es que Descartes se refiere a un proceso de conocimiento a partir del pensar por sí mismo. En este sentido, el proceso de investigación parte de lo conocido previamente, y de allí poder adentrarse mediante abstracción en la comprensión de lo más complejo y desconocido.

-      El cuarto consiste en: “hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que estuviera seguro de no omitir nada”. En este sentido busca ordenar los conocimientos de forma sistemática para evitar
      que eviten el pasar desapercibido cualquier detalle.

De todas las ciencias son las matemáticas las privilegiadas por ser capaces de demostrar los nuevos conocimientos. Pero los principios anteriores han sido de gran ayuda en las ciencias sociales en aquella época aún inexistentes como disciplinas académicas. Sin embargo las ciencias sociales han aprovechado gran parte de estos principios para forjarse como conocimientos rigurosos y útiles.

En todas las aportaciones de Descartes destaca la gran influencia de Aristóteles como uno de los primeros científicos de la antigüedad. La formalidad del razonamiento, la metodología para conocer, el análisis, etc. Todos estos elementos aristotélicos dejan de ser ahora exclusivos de los temas religiosos escolásticos y son aplicados a las ciencias exactas.

Las ciencias sociales mantienen una relación más estrecha con la filosofía al carecer de instrumentos exactos. Dependen de la abstracción, la dialéctica en algunos casos, y por su puesto la lógica. El debate epistemológico está más presente, los principios de Descartes siguen siendo base para los nuevos conocimientos también en estas ciencias, debido a la necesidad de dudar, de ordenar metodológicamente los conocimientos, etc.

La formación escolástica antes criticada era un obstáculo para el conocimiento de nuevas verdades. Por ejemplo, critica: “tampoco he notado nunca que las disputas que suelen practicarse en las escuelas sirvan para descubrir una verdad antes ignorada, pues esforzándose cada cual por vencer a su adversario antes se ocupan en hacer valer la verosimilitud de lo que afirman que en pesar las razones que cada cual alega”.

En este sentido la congruencia es más importante que los argumentos científicos. Esto forma parte de la esencia intelectual de Descartes. De esta manera la ciencia vuelve nuevamente a ser protagonista principal, a requerir la rigurosidad y la solidez de argumentos pero que mediante elementos metodológicos sean los correctos. Las discusiones metafísicas quedan relegadas por la ciencia.

Sin embargo cuando revisamos la formación académica actual, cada vez se da menos valor a dicha formación intelectual. La estandarización educativa en las escuelas tiende muchas veces a disminuir el nivel de aprendizaje, privilegiando la acumulación de conocimientos, dejando a un lado uno de los grandes aportes de Descartes mediante su duda: el pensar por sí mismo.






miércoles, 3 de mayo de 2017

Vigencia de la filosofía

Cuando inicié mis estudios universitarios, la filosofía era uno de los cursos nuevos de la carrera. Nunca antes había estudiado algo como esto en el bachillerato. Sin embargo había tenido algo de experiencia estudiando lógica matemática, aunque la forma de abordar esta materia en la universidad era muy diferente. Siempre supe que sería una de las asignaturas complementarias más importantes en la carrera de historiador.

La asignatura tiene varias virtudes que la hacen relevante. El primero de ellos, es su carácter abstracto. Al carecer la historia de herramientas matemáticas o exactas para verificar sus descubrimientos, viene a ser la abstracción uno de los requisitos primordiales para aprender el oficio del historiador. Esto aplica a las demás ciencias sociales, puesto que tienen las mismas características.

El pensamiento abstracto consiste en comprender más allá de lo aparente. En ciencias sociales significa, entender una dinámica a partir de algunos datos muchas veces no tan claros. Para ello se necesita estudiar un sistema de categorías que permitan ese acercamiento. Sin embargo a la par de esto viene la capacidad de cuestionar las cosas, pues en ciencias sociales no hay nada absoluto.

Y es esta otra de las características de la filosofía. El plantearse preguntas, la reflexión y el dudar sobre lo supuestamente absoluto, convierten esta disciplina en crucial para la formación de profesionales. En un mundo donde los medios de comunicación y la propaganda pretenden validar sus afirmaciones recurriendo a mecanismos persuasivos cada vez más sutiles y a veces hasta ridículos, es necesaria la duda.

Pero la duda y las preguntas guían al profesional por la necesidad de conocer, y este terreno puede llevar a la discusión epistemológica. La comprensión del proceso de producir conocimiento puede evitar la enunciación de argumentos dogmáticos o falaces. Sin embargo también requiere de un riguroso proceso de análisis, donde puede emplearse la lógica como otro de los recursos de la filosofía.

La filosofía en los últimos años ha venido perdiendo relevancia, pues el mercado parece demandar profesionales con habilidades más prácticas y específicas. Por ejemplo, los bachilleratos donde se imparte la filosofía son cada vez menos, además no siempre sus docentes están preparados para afrontar la materia y terminan impartiendo conocimientos poco útiles, focalizándose principalmente en la memorización de datos irrelevantes.

Retomando la problemática del profesional de las ciencias sociales, la filosofía me ha permitido desarrollar capacidades de abstracción y cuestionamiento que han sido vitales en mi profesión. Lleva la duda a ser un punto de partida para la generación de conocimiento, y sobre todo desarrollo la capacidad intelectual necesaria para estas profesiones que dependen de la capacidad abstracta y argumentativa.

Sin embargo no siempre el nivel académico es el adecuado para brindar las herramientas necesarias para la formación profesional. El verdadero abordaje de la filosofía requiere de la lectura directa de los clásicos, tales como: Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel, Marx o Nietzche, solo de esta manera se podrían desarrollar las destrezas de abstracción y análisis que la filosofía demanda.

Muchas veces la formación universitaria en filosofía se reduce a la siempre comprensión de generalidades que poco aportan a la formación de pensamiento abstracto. En el bachillerato también se hubiesen podido aprovechar estos espacios para formar en el pensamiento a los jóvenes, pero la preparación rondaba en lo mismo, la memorización de un manual que poco aportaba al desarrollo del pensamiento crítico, abstracto y lógico.

Es por esto que la filosofía sigue siendo vigente en la formación intelectual de los profesionales. Desafortunadamente la oportunidad de preparar a la juventud en este tipo de razonamiento se ha ido perdiendo pues las horas dedicadas al cultivo de esta materia se han ido reduciendo y quizás en algunos años desaparecerán por completo.