lunes, 11 de abril de 2011

Beatificación de Juan Pablo II, la panacea de Ratzinger

Para nadie es un secreto la actual crisis institucional que afecta a la Iglesia católica, y su máximo dirigente adolece de carisma para ganar simpatía entre las masas. Y es que a pesar de su preparación académica, no es realmente lo determinante cuando se está al frente de una institución política. Y en el caso de la Iglesia, con la profunda crisis que atraviesa, parece que el manejo de este, no ha sido de lo mejor.

La actual crisis de la institución católica puede sintetizarse en dos frentes: por una parte el relativismo, que fomenta la existencia de fieles cada vez más desconectados de las normas morales y restricciones que imponen las autoridades religiosas. Y por otra parte, la corrupción, para nadie es un secreto el número de negocios mal habidos y de encubrimiento de criminales que el mismo Ratzinger continúa avalando.

Pero parece que Ratzinger es consiente de su crisis, de su pobre imagen y falta de carisma. Qué mejor ejemplo que su visita a Inglaterra donde numerosas protestas le recibieron, lucha por mantener restringidos los derechos de las mujeres, fomenta la castidad pero avala las violaciones de sacerdotes a niños, el relativismo le preocupa, pero no es capaz de afrontar los retos de su propia institución.

Esta falta de carisma, de capacidad política, tiene que compensarse con algo. En un mundo católico cada vez más desobediente, más liberal, y con un líder como Ratzinger, pues se hace necesario realizar una maniobra política que complazca a la masa, es común utilizar el término "populismo" para referirse a esas dádivas que los gobernantes brindan a su pueblo con tal de calmarlo, y evitar conflictos.

Parece ser que en esto se ha transformado la beatificación del papa Juan Pablo II. Un alicaído Ratzinger que busca recuperar la sumisión de sus fieles utilizando la imagen de su predecesor. Es una forma muy hábil que los gobernantes utilizan para manipular a las masas, buscando utilizar el recuerdo de una persona apreciada, y con esto ganar la sumisión y obediencia de sus seguidores.

Pero también se trata de un procedimiento para ganar el aprecio de los medios de comunicación, que últimamente han propagado las verdades del clero. Por esta razón, pareciera que la manipulación de la muerte de Juan Pablo II se convierte en una auténtica panacea, en una especie de remedio que lo cura todo, que supuestamente servirá para que Ratzinger gane puntos en un pontificado verdaderamente pobre.

Aunque el procedimiento aparentemente es una hábil estrategia política, no engañará. Es decir, Ratzinger como todo líder autoritario, subestima la inteligencia de sus fieles, su ego intelectual lo enceguece ante la realidad. Los fieles de hoy en día, los católicos relativistas no se dejan engañar tan fácilemente por el show mediático que resulta ser el proceso de beatificación de Juan Pablo II.

En apariencia es una hábil política, pero en el fondo solamente dejará al descubierto la profunda crisis del clero, y la incompetencia administrativa de un líder que de manera populista pretende mediante dádivas ganar el afecto de sus fieles. Esta actitud es similar a la de otros líderes populistas, que creen engañar al pueblo ofreciendo baratijas, sin embargo, la realidad es muy diferente.

La crisis actual de la Iglesia tiene como primer enemigo al relativismo, y Ratzinger es consciente de ello. Numerosos católicos, especialmente la juventud rechazan el estilo de vida conservador, que prohíbe la unión libre, que obliga a las mujeres a ser madres, y someterse a la voluntad del hombre, que veda el derecho de las mujeres a ocupar cargos eclesiásticos y además que condena a los homosexuales considerándolos "enfermos".

Esta realidad es reconocida por la institución católica, pero se agudiza por el férreo conservadurismo, es decir el error de Ratzinger es subestimar la inteligencia de la juventud. También el séquito eclesiástico, insultar la inteligencia de los jóvenes es uno de los más grandes errores del clero actual. Esto sólo incrementará la desobediencia y las críticas por parte de los nuevos fieles.

Sin embargo en una minoría de la juventud católica existe simpatía por Juan Pablo II, y Ratzinger como todo buen oportunista no ha dudado en presionar para que su antecesor sea beatificado como si fuese una carrera de cien metros. Es aparentemente una excelente maniobra política, pero que solo devela la enorme incapacidad política del actual jerarca. Muchos fieles son conscientes de ello, es necesario evaluar este proceso a profundidad. Incluso llegó a manipular los procedimientos internos del clero para apresurar la beatificación, y salir como una especie de héroe para los católicos.

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